viernes, 7 de octubre de 2011

LA CASA ES LA FAMILIA

      Cerrar la puerta abre un mundo de posibilidades acerca de dónde estamos. Se puede cerrar la puerta de la oficina o la habitación; la del automóvil o la nevera; la del aula o el laboratorio. Figuradamente, se abre la puerta de la esperanza, la fortuna o la gloria. Pero aún no existe puerta más vinculada a la evolución humana que la puerta de la casa.

       Y la casa es la familia. Nuestros padres cuando somos hijos; nuestros hijos cuando somos padres. Se cierra la puerta para protegerla de las amenazas naturales: Plagas, pestes, ventoleras, tormentas. “La casa”, poema de Eugenio Montejo dice bellamente de esa función: “En la mujer, en lo profundo de su cuerpo / se construye la casa,/ entre murmullos y silencios”, se lee en los primeros versos. Luego, “Sobre las dunas que cubren su sueño / … / hay que elevar altas paredes,/ fundar contra la lluvia, contra el viento”. Y al final: “Al fondo de su cuerpo la casa nos espera / y la mesa servida con las palabras limpias…”.



       La puerta –más como símbolo del ideal de la inviolabilidad del hogar que por su reciedumbre material– nos defiende de otras amenazas, las sociales, manifestadas en la extensa gama de actos y situaciones que conforman el horror de la inseguridad, el mayor problema de los venezolanos: robos, atracos, secuestros, asesinatos… Nuestra sociedad está más enrojecida que nunca.



     En ese cuadro se inserta la droga, la drogadicción. Otras formas de dependencia dañan también la integridad del individuo y sus efectos se extienden a la familia y a todo el cuerpo social. Sin embargo, no hay peor dependencia que la generada por esas sustancias que al llamarlas drogas todos sabemos a cuales nos referimos, porque más que la necesaria delimitación racional, científica, de ellas, pesa y urge la acción ante la drogadicción.

    Se hacen esfuerzos mundiales, pero el tráfico y consumo de drogas se eleva sin cesar. Hay consenso, o algo cercano, en evaluar como fracaso la política de guerra contra las drogas sostenida en los últimos treinta años. Crece la convicción de que se impone un cambio y centrar estrategia, acciones y recursos en la prevención. Prevenir en y con la sociedad, en y con la escuela, en y con la familia. A este último núcleo preventivo se le va reconociendo mayor valor. Las razones sobran. Baste con señalar que las cifras muestran un creciente descenso en la edad del primer consumo de alcohol, cigarrillos o marihuana. La droga, que invadió la zona de la adolescencia, se proyecta hacia la infancia.

    Hay que cerrarle la puerta de la casa. Fortalecer la familia, su afectividad, sus valores y sus conocimientos para saber qué hacer y cómo hacerlo ante la realidad del fenómeno adictivo, sobretodo para maximizar las potencialidades defensivas de nuestros hijos. Es que debe actuarse antes de que comience el problema. Los padres debemos sentarnos junto con ellos a la mesa servida con las palabras limpias.


Firmado: Silvio Orta Cabrera

Venezolano.  Licenciado en Letras. Profesor universitario jubilado. Columnista de prensa.

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